Paula Ortiz: “Lorca es un trágico moderno”

El Novio, La Novia y Leonardo son un triángulo inseparable desde niños. Pasan los años y ella, angustiada, se prepara para su boda con el Novio en medio del desierto blanco, de tierras yermas, donde vive con su padre; pero Leonardo y La Novia poseen un hilo invisible, feroz, imposible de romper… El día anterior a la ceremonia, llama a su puerta una anciana mendiga que le ofrece un regalo y un consejo: “No te cases si no le amas”, mientras le entrega dos puñales de cristal.   


www.diariodeteruel.es Para la directora de ‘La Novia’, Paula Ortiz, nos encontramos “en un momento de sensibilidad trágica”, muy parecido al que vivió Federico García Lorca. Para la directora zaragozana con raíces turolenses, “Lorca es un trágico moderno. Su grieta trágica la trata uniendo lo que se ha dicho tanto de la Generación del 27: a diferencia de la vanguardia europea, más frívola, la vanguardia española une tradición y modernidad, lo atávico y la carne con la transgresión intelectual”.

Paula Ortiz sitúa a Lorca, el poeta: “Une toda la cantidad de la simbología, las pulsiones que empujan el imaginario colectivo, la tradición, lo que somos, con ciertos juegos vanguardistas muy naïf, igual que su propio espíritu. En Lorca todo es metafórico. Nada lo que dice Lorca es lo que es, siempre refiere a algo concreto”, apunta. El surrealismo de Lorca “se orienta hacia la tradición visionaria y profética de la literatura y del arte español y universal” —apuntaba también Rafael Martínez Nadal—, hacia el Quevedo de los ‘Sueños’ o el Goya de ‘Los sueños de la razón producen monstruos’.

Novia en el umbral simbólico

Para llevar a la gran pantalla ‘Bodas de sangre’ había que hacer “una novia real, física y verosímil, sin perder el carácter metafórico y abstracto, esencial de los personajes de Lorca. Todo el mecanismo con la adaptación de este proceso simbólico y poético era cómo volverlo real y verosímil en el código cinematográfico y, a la vez, no banalizarlo”, subraya Paula Ortiz, “cómo intentar que la novia sea física y real, pero que tenga también ese otro umbral simbólico”.

En esta novia todo se tapa, “todo se tapa, hasta que sale y estalla de manera atroz. Parte de las tragedias que llevamos dentro es por haber tapado. En ‘La Novia’ se trataba de cómo lo tapado volvía a salir a la imagen. Es ahí donde jugamos un poco con la materialización de esa simbología del recuerdo a través de cristales y sombras, de cómo jugar con la imagen física, sin artificio, sin efectos, pero que realmente diera esa sensación”, destaca la directora.


Sobre relatos y grietas  

"Porque yo me fui con el otro, ¡me fui! ¡Tú también te hubieras ido! Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes".

“Nos sometemos al artefacto emocional —afirma Paula Ortiz—, a la emoción, a sufrir el drama de una muerte, de una venganza, de una enfermedad; a la comedia de ver la dimensión ridícula del ser humano, o la sublimación de los héroes, de las identidades… Pasamos por toda la parte emocional que Aristóteles planteaba en ‘La Poética’, pero no por la parte de la reflexión ética, y eso es lo que hace una tragedia. Las tragedias resurgen en los momentos en los que se rompe todo. Y ahora estamos en un momento de exigencia de relatos trágicos”.  

Al espectador contemporáneo se le preserva de estos relatos trágicos porque tolera mal abordar las consecuencias de la violencia. En palabras de la guionista y realizadora, "la devastación se habla en códigos éticos. La tragedia es un relato que busca la reflexión de las consecuencias, que aparece siempre históricamente en momentos socioculturales de sensibilidad en crisis profunda, sistémica. Cuando las paredes se derrumban, surgen las grietas, y la tragedia lo que dice es cómo hemos llegado hasta aquí". Para Ortiz, los grandes directores de los últimos diez años son trágicos: Lars von Trier, Michael Haneke, Wong Kar-wai. Carlos Gurpegui