El mundo y el cine, según Slavoj Žižek



Slavoj Žižek, Zizek para los amigos, es desde hace tiempo lo más IN, lúcido e integrador. Así contestaba a Verónica Chiaravalli sobre el cine como espejo de censuras e ideologías, todo un medio para entender cada sociedad. Žižek es sociólogo, filósofo, psicoanalista y filólogo, natural de Eslovenia. Su obra integra el pensamiento de Jacques Lacan con el comunismo, y en ella destaca una tendencia a ejemplificar la teoría con la cultura popular.

"El cine me gustó desde que era joven. Como en Yugoslavia se practicaba un comunismo relativamente liberal, era posible ver prácticamente todas las películas. En Liubliana, mi ciudad, teníamos una cinemateca muy buena. Antes incluso de interesarme por la filosofía mi primer sueño fue convertirme en director de cine, a los 14 ó 15 años. Luego, el cine me acompañó en mi obsesión por la claridad conceptual, ya que de las películas puedo extraer ejemplos que complementan la exposición de las ideas. Pero, además, creo que realmente se puede aprender mucho de los films: en el cine se puede encontrar la ideología en su estado de máxima pureza. Si uno quiere saber cómo es una sociedad determinada, tiene que ir al cine; allí se muestran las tendencias que dominan una época. Tomemos el ejemplo de los dibujos animados ¿Qué imagen de sociedad nos brindan los cortometrajes de Tom y Jerry? Un sistema de competencia exacerbada, seres que se matan unos a otros; un universo extremadamente agresivo, horrible. Esos dibujos describen cruelmente la lucha por la supervivencia y, en cierto modo, son mucho más realistas que lo que se percibe a diario en la realidad precisamente porque son fruto de la imaginación.

Un buen punto sobre el que podría trabajar algún estudiante de cine es el siguiente: ¿cuándo fue representado por primera vez el acto sexual en Hollywood directamente? No me refiero a la pornografía, sino al momento en que una película dio claros indicios de que la pareja haría el amor, más allá de mostrarla abrazándose o besándose. Me atrevería a decir que esto no ocurrió antes de los años 60. El Hollywood clásico siempre ha codificado ese mensaje. Por ejemplo, que después del abrazo de una pareja se produzca un fundido a negro o que uno de los personajes aparezca fumando significa que han hecho el amor. El cine actual, por otra parte, también permite ver claros ejemplos de lo que puede ser una relación traumática. Según Freud, lo que él llamaba trauma estaba más cerca de la fantasía que de la realidad. El trauma no es, simplemente, algo horrible que le sucede a alguien en la realidad, sino que en el trauma la fantasía siempre juega un papel importante, ya sea por su presencia o por su ausencia. La escena de la película de Michael Hanecke La profesora de piano, en que el personaje interpretado por Isabelle Huppert hace el amor con su alumno, ilustra una relación sexual traumática debido a la ausencia de fantasía: ella yace inmóvil e inexpresiva, como si estuviera muerta. Es horrible. En cambio, en Salvaje de corazón, de David Lynch, el desplacer llega por la vía opuesta, en la escena en que el personaje de Willem Dafoe obliga al de Laura Dern a que le pida que tenga una relación sexual y cuando ella lo hace él ríe y se va. Es la situación humillante de la fantasía sin acto sexual.

Siempre me llamó la atención lo que ocurría en las viejas películas hard-core que se podían ver en mi juventud: si las relaciones sexuales que se mostraban eran reales (explícitas), entonces el argumento que sostenía su exhibición era ridículo. Como si no pudieran existir al mismo tiempo y en la misma película un acto sexual real y una historia seria. Como si hubiera que elegir, porque sería demasiado tener ambos. Pero, últimamente, hay films que intentan combinar argumentos serios con sexo real, tales como Intimidad, de Patrice Chéreau y Los idiotas, de Lars von Trier. Esta situación, para mí, ilustra muy bien un nuevo tipo de relación que se establece entre la realidad y la fantasía. Me interesa mostrar qué formas de lo real están prohibidas por la censura. Samuel Goldwin decía que aunque se mostraran excrementos no se debía sentir el olor: lo material no debía ser mostrado de un modo brutal. El sexo fue más censurado por Hollywood que por el peor estalinismo.

Veamos lo que ocurre en Día de la Independencia y en La tormenta perfecta. En la primera, frente a la amenaza de unos extraterrestres que quieren dominar el mundo, norteamericanos, árabes y judíos se unen en una tarea común. Por su parte, la película que protagoniza George Clooney tiene como base la solidaridad entre los integrantes de un grupo de trabajadores manuales, al estilo antiguo, en un pequeño barco pesquero, para hacer frente a una tormenta en alta mar. En ambos casos el mensaje es triste: hoy en día hay que imaginar una catástrofe para que la solidaridad sea posible entre los seres humanos. Recuerdo también una película en la que casi todos mueren en California, pero quedan algunos sobrevivientes para los que la situación se torna paradisíaca: circulan por las calles sin sufrir embotellamientos de tránsito, pueden tomar libremente la mercadería que quieren en cualquier negocio. ¡El film pareciera decir que se necesita una catástrofe para que haya comunismo! Más allá de la ironía, en ambos casos el cine nos dice que se gana una utopía por medio de la catástrofe".