Acaba de salir esta joya en DVD, The Gorgon. Rescato la crítica publicada en Dirigido. Grande, Mr Fisher!
El miedo al espanto
Carlos Gurpegui
Para los personajes de esta historia la reencarnación es más extraña que la gorgona Neguera. Éstas habitaban, dice Hesíodo, más allá del Océano, en el extremo del mundo, cerca de la morada de la Noche. Sus manos eran de cobre, y sus cabellos estaban erizados de serpientes. Después de la muerte de Medusa, su reina, fueron a vivir, dice Virgilio, cerca de las puertas del Infierno. Gorgonios es sobrenombre de la luna, tomado de la faz que en ella se pretende descubrir, y que se tomaba por la de una gorgona. Algunos autores han creído que eran hermosas jóvenes que hacían prodigios tan sorprendentes sobre los que las miraban por su belleza, que se dice que los transformaban en rocas con tan sólo una mirada; otros por el contrario, como es el caso de Píndaro, pretenden que eran tan feas que su vista petrificaba a los que las contemplaban (1).
Terence Fisher es un maestro de la naturaleza humana. "Todo lo oído ha sido generado por el miedo", dirá el coro de ésta y de muchas de sus películas románticas. El sentido del oído nos lleva al miedo, al terror, pero el de la mirada nos conduce inexorablemente al más horroroso de los espantos. Todo un tratado sobre el discurrir de la Belleza. No es casual que The Gorgon (1964) comience con un cuadro que muestra un bosque y una mansión al fondo; y cómo, de repente, con música y canto de sirenas anoche en el plano, como si los títulos fueran ya presa de los encantamientos de la noche, y nuestra mirada empezara a estar cautiva por habernos atrevido contemplar la historia que nos van a contar, sobrio ejercicio de talento y sinopsis, con la ayuda de un gran guión de John Gilling.
Esta gran película arranca con una voz en off que nos habla de un cambio de siglo, una nueva era que claramente parece precipitarse. Acontece una resurrección. Ansiedad e inestabilidad se juntan. The Gorgon se inicia con un dibujante ante una modelo embarazada. La frialdad del apunte en el papel, anticipo del destino, y la mirada prohibida del artista ante la mujer desnuda que posa. El presunto responsable de la criatura acostumbra a maltratar a su amante. Ella amenaza con que su padre le matará por haberla hecho ¿más mujer?. Ella sale de casa y atraviesa el páramo, de árboles verdes y con casetas y benditeros que albergan Cristos como si fueran espantapájaros —motivos que utilizará más tarde un ¿fan! de la Hammer llamado Tim Burton en Pesadilla antes de Navidad—. La desdichada muchacha tropezará con algo, justo cuando Fisher nos recuerda el plano de la casa que vimos en los títulos. A continuación una nube negra corta la luna llena de la noche de Vandorf, como si Luis Buñuel se revolviera, licántropo, en su tumba. Algo tremendo acaba de suceder. Alguien monstruoso ha pasado.
La chica ha muerto petrificada. Suceso sorprendente e inexplicable, pero más difícil parece asimilar lo evidente. El cadáver es una estatua de piedra, que se rompe con el mínimo percance de la camilla que lo transporta. Mientras, en el cuadro de la pantalla vemos otras figuras desasosegantes en el pasillo del hospital. La muerta descansa —nunca ha parecido tan duro y difícil el descanso eterno— sobre una manta roja bermellón que acentúa el simple contraste con su frío y blanco color pétreo.
Las consecuencias no se harán esperar. El pintor Bruno Heitz aparecerá ahorcado. Como sucede con todos los artistas, la muerte del suicidado será malinterpretada, y los códigos de una moral tan falsa como mezquina recordarán su embriaguez y su mal comportamiento en público en el hotel —el pueblo de Bohemia ha sustituido la eterna posada por un hotel—. Los tiempos adelantan a la vez que rescatan mitos del pasado. Sin darnos casi cuenta, pero deslumbrante, aparece Ella, vestida en colores crema. "Ella ha vuelto, está aquí, en alguna parte de este hospital". Como si se parafraseara a Truman Capote, pronto se querrán justificar y buscar socorridos responsables de las muertes: "hay ciertas circustancias en las que todo el mundo es capaz de asesinar". No es otra cosa que el miedo, una conspiración de silencio por el oscuro pasado.
Ella, Neguera, atacará reflejándose en el espejo incluso en el agua, en una de las escenas más bellas e inquietantes que ha dado la Historia del Cine. Un nuevo rojo, esta vez en el escritorio, da paso a la luna y su negrura y, tras ésta, la luminosidad de la escena va ascendiendo hasta poder observar la travesía y rito del paseo por las sendas del fantástico. Seducido por nuevos coros de sirenas casivikingas, el padre del pintor difunto, Paul Heitz, se adentra en la mansión, con tantas dosis de terror como presentimiento de encontrar lo buscado, a la vez desconocido. Magnífico tránsito donde Fisher consigue trascender en tiempo e imagen. No sucede nada, pero acontece todo. Y al final el padre triste abre las puertas de la sala del infierno. Heitz ha osado cruzar el umbral de la naturaleza muerta, adornada con esculturas indeterminadas, manierismo y expresionismo colorista —que se extenderá en otros espacios de la película, en vidrieras y colchas—, lo ha violado y pagará por ello.
Fisher expone una historia con dos secretos, el que por amor guarda el doctor Namaroff (Peter Cushing) sobre su enfermera Carla (Barbara Shelley) y el que acontece cada noche de luna llena. Tremendo es el plano en el que el doctor, a la izquierda, escucha a su ayudante, a la derecha, una clara y amenazante definición del monstruo. The Gorgon es una película donde nos encontramos con una particular defensa de la paternidad. Para intentar superar el miedo, Terence Fisher acude permanentemente a la figura del padre adoptivo. Namaroff se verá obligado a hacer las veces de padre putativo, y adelantará, a su protegida hija y amante, que Neguera tiene forma humana. Carla más tarde nos repetirá obsesivamente como "Herbert Spencer dijo una vez que todos los mitos tienen su fondo de verdad", enunciado con el que prepara el desenlace del misterio. Neguera cada vez es más señorial. Es como un vampiro, que se fortalece tras la muerte de sus víctimas. Es por ello que Carla aparecerá cada vez más bella, muestra es cuando se sienta en el trono de la gorgona como si fuera parte de su casa.
Como en The Curse of the Werewolf asistimos dos amores imposibles, sacrificados hasta la autodestrucción en nombre de la persona amada (2), presas también del miedo. Y a dos cuestionarios casi paralelos. El doctor Meinster (Christopher Lee) —otro maestro y rival que también hace las veces de padre adoptivo tras la muerte de Paul Heitz— pregunta a la ingenua y amorosa pareja de Carla, Paul Jr. Heitz, con el que la enfermera vivía un atropellado romance: "Neguera ha vuelto ¿Has conocido a alguien? ¿A alguna mujer? ¿Es guapa? ¿Y estás enamorado de ella?". Antes, "Hay momentos en los que no debería estar sola", aseveraba un atento y egoísta Namaroff a su pupila. Mano a mano en interrogatorios entre un represor y un espíritu libre, aunque con intercambio de roles positivos y negativos entre los protagonistas de Drácula. El padre amoroso se transforma en lo que siempre ha sido, un celoso amante. Mientras extrae el cerebro de una demente, el doctor escupe palabras con la frialdad de su bisturí "¿Ha salido esta noche? ¿A dónde fue? ¿Estaba loca?". Si para el pueblo la amenaza es la gorgona, para Carla lo es su protector. "Ya no me siento encadenada a Vandorf, ya no tengo miedo", confesará cerca del final. La contestación y el ajuste de cuentas final de Namaroff será tremendo: "Ahora es libre", dirá el doctor tras cortarle la cabeza con una espada, en su transformación como criatura. La tragedia parece que ha podido salvar el alma. El hechizo era encontrarnos con una sola bella bestia. Hemos sobrevivido al sueño, pero nos quedamos con otro monstruo: Namaroff.
(1) Jean François Michel Noël. Dictionnaire Universel de la Fable et de la Mythologie. Barcelona, 1991, Edicomunicación, pág. 625-626.
(2) José María Latorre. El cine fantástico. Barcelona, 1987, Dirigido por, pág. 270.
La Leyenda De Vandorf The Gorgon
Director: Terence Fisher.
Actores: Peter Cushing, Christopher Lee, Barbara Shelley, Michael Goodliffe, Richard Pasco, Jack Watson.
Música: James Bernard.
Género: Cine Clásico, Terror.
Año: 1964.
Duración: 80 min.
Nacionalidad: Reino Unido.
Calificación: Autorizada para todos los públicos
Imagen: Color - PAL - Fullscreen.
Audio: Español (Dolby Digital Mono), Inglés (Dolby Digital Mono), Alemán (Dolby Digital Mono).
Subtitulos: Español, Inglés, Alemán, Portugués, Griego, Turco, Danés, Sueco, Noruego, Finlandés.
Región: 2.
Edición: Normal
Discos: 1
Distribuidora: Columbia Tristar Home Video
El miedo al espanto
Carlos Gurpegui
"No despertéis jamás a la serpiente
por miedo a que ella ignore su camino"
Percy B. Shelley
por miedo a que ella ignore su camino"
Percy B. Shelley
Para los personajes de esta historia la reencarnación es más extraña que la gorgona Neguera. Éstas habitaban, dice Hesíodo, más allá del Océano, en el extremo del mundo, cerca de la morada de la Noche. Sus manos eran de cobre, y sus cabellos estaban erizados de serpientes. Después de la muerte de Medusa, su reina, fueron a vivir, dice Virgilio, cerca de las puertas del Infierno. Gorgonios es sobrenombre de la luna, tomado de la faz que en ella se pretende descubrir, y que se tomaba por la de una gorgona. Algunos autores han creído que eran hermosas jóvenes que hacían prodigios tan sorprendentes sobre los que las miraban por su belleza, que se dice que los transformaban en rocas con tan sólo una mirada; otros por el contrario, como es el caso de Píndaro, pretenden que eran tan feas que su vista petrificaba a los que las contemplaban (1).
Terence Fisher es un maestro de la naturaleza humana. "Todo lo oído ha sido generado por el miedo", dirá el coro de ésta y de muchas de sus películas románticas. El sentido del oído nos lleva al miedo, al terror, pero el de la mirada nos conduce inexorablemente al más horroroso de los espantos. Todo un tratado sobre el discurrir de la Belleza. No es casual que The Gorgon (1964) comience con un cuadro que muestra un bosque y una mansión al fondo; y cómo, de repente, con música y canto de sirenas anoche en el plano, como si los títulos fueran ya presa de los encantamientos de la noche, y nuestra mirada empezara a estar cautiva por habernos atrevido contemplar la historia que nos van a contar, sobrio ejercicio de talento y sinopsis, con la ayuda de un gran guión de John Gilling.
Esta gran película arranca con una voz en off que nos habla de un cambio de siglo, una nueva era que claramente parece precipitarse. Acontece una resurrección. Ansiedad e inestabilidad se juntan. The Gorgon se inicia con un dibujante ante una modelo embarazada. La frialdad del apunte en el papel, anticipo del destino, y la mirada prohibida del artista ante la mujer desnuda que posa. El presunto responsable de la criatura acostumbra a maltratar a su amante. Ella amenaza con que su padre le matará por haberla hecho ¿más mujer?. Ella sale de casa y atraviesa el páramo, de árboles verdes y con casetas y benditeros que albergan Cristos como si fueran espantapájaros —motivos que utilizará más tarde un ¿fan! de la Hammer llamado Tim Burton en Pesadilla antes de Navidad—. La desdichada muchacha tropezará con algo, justo cuando Fisher nos recuerda el plano de la casa que vimos en los títulos. A continuación una nube negra corta la luna llena de la noche de Vandorf, como si Luis Buñuel se revolviera, licántropo, en su tumba. Algo tremendo acaba de suceder. Alguien monstruoso ha pasado.
La chica ha muerto petrificada. Suceso sorprendente e inexplicable, pero más difícil parece asimilar lo evidente. El cadáver es una estatua de piedra, que se rompe con el mínimo percance de la camilla que lo transporta. Mientras, en el cuadro de la pantalla vemos otras figuras desasosegantes en el pasillo del hospital. La muerta descansa —nunca ha parecido tan duro y difícil el descanso eterno— sobre una manta roja bermellón que acentúa el simple contraste con su frío y blanco color pétreo.
Las consecuencias no se harán esperar. El pintor Bruno Heitz aparecerá ahorcado. Como sucede con todos los artistas, la muerte del suicidado será malinterpretada, y los códigos de una moral tan falsa como mezquina recordarán su embriaguez y su mal comportamiento en público en el hotel —el pueblo de Bohemia ha sustituido la eterna posada por un hotel—. Los tiempos adelantan a la vez que rescatan mitos del pasado. Sin darnos casi cuenta, pero deslumbrante, aparece Ella, vestida en colores crema. "Ella ha vuelto, está aquí, en alguna parte de este hospital". Como si se parafraseara a Truman Capote, pronto se querrán justificar y buscar socorridos responsables de las muertes: "hay ciertas circustancias en las que todo el mundo es capaz de asesinar". No es otra cosa que el miedo, una conspiración de silencio por el oscuro pasado.
Ella, Neguera, atacará reflejándose en el espejo incluso en el agua, en una de las escenas más bellas e inquietantes que ha dado la Historia del Cine. Un nuevo rojo, esta vez en el escritorio, da paso a la luna y su negrura y, tras ésta, la luminosidad de la escena va ascendiendo hasta poder observar la travesía y rito del paseo por las sendas del fantástico. Seducido por nuevos coros de sirenas casivikingas, el padre del pintor difunto, Paul Heitz, se adentra en la mansión, con tantas dosis de terror como presentimiento de encontrar lo buscado, a la vez desconocido. Magnífico tránsito donde Fisher consigue trascender en tiempo e imagen. No sucede nada, pero acontece todo. Y al final el padre triste abre las puertas de la sala del infierno. Heitz ha osado cruzar el umbral de la naturaleza muerta, adornada con esculturas indeterminadas, manierismo y expresionismo colorista —que se extenderá en otros espacios de la película, en vidrieras y colchas—, lo ha violado y pagará por ello.
Fisher expone una historia con dos secretos, el que por amor guarda el doctor Namaroff (Peter Cushing) sobre su enfermera Carla (Barbara Shelley) y el que acontece cada noche de luna llena. Tremendo es el plano en el que el doctor, a la izquierda, escucha a su ayudante, a la derecha, una clara y amenazante definición del monstruo. The Gorgon es una película donde nos encontramos con una particular defensa de la paternidad. Para intentar superar el miedo, Terence Fisher acude permanentemente a la figura del padre adoptivo. Namaroff se verá obligado a hacer las veces de padre putativo, y adelantará, a su protegida hija y amante, que Neguera tiene forma humana. Carla más tarde nos repetirá obsesivamente como "Herbert Spencer dijo una vez que todos los mitos tienen su fondo de verdad", enunciado con el que prepara el desenlace del misterio. Neguera cada vez es más señorial. Es como un vampiro, que se fortalece tras la muerte de sus víctimas. Es por ello que Carla aparecerá cada vez más bella, muestra es cuando se sienta en el trono de la gorgona como si fuera parte de su casa.
Como en The Curse of the Werewolf asistimos dos amores imposibles, sacrificados hasta la autodestrucción en nombre de la persona amada (2), presas también del miedo. Y a dos cuestionarios casi paralelos. El doctor Meinster (Christopher Lee) —otro maestro y rival que también hace las veces de padre adoptivo tras la muerte de Paul Heitz— pregunta a la ingenua y amorosa pareja de Carla, Paul Jr. Heitz, con el que la enfermera vivía un atropellado romance: "Neguera ha vuelto ¿Has conocido a alguien? ¿A alguna mujer? ¿Es guapa? ¿Y estás enamorado de ella?". Antes, "Hay momentos en los que no debería estar sola", aseveraba un atento y egoísta Namaroff a su pupila. Mano a mano en interrogatorios entre un represor y un espíritu libre, aunque con intercambio de roles positivos y negativos entre los protagonistas de Drácula. El padre amoroso se transforma en lo que siempre ha sido, un celoso amante. Mientras extrae el cerebro de una demente, el doctor escupe palabras con la frialdad de su bisturí "¿Ha salido esta noche? ¿A dónde fue? ¿Estaba loca?". Si para el pueblo la amenaza es la gorgona, para Carla lo es su protector. "Ya no me siento encadenada a Vandorf, ya no tengo miedo", confesará cerca del final. La contestación y el ajuste de cuentas final de Namaroff será tremendo: "Ahora es libre", dirá el doctor tras cortarle la cabeza con una espada, en su transformación como criatura. La tragedia parece que ha podido salvar el alma. El hechizo era encontrarnos con una sola bella bestia. Hemos sobrevivido al sueño, pero nos quedamos con otro monstruo: Namaroff.
(1) Jean François Michel Noël. Dictionnaire Universel de la Fable et de la Mythologie. Barcelona, 1991, Edicomunicación, pág. 625-626.
(2) José María Latorre. El cine fantástico. Barcelona, 1987, Dirigido por, pág. 270.
La Leyenda De Vandorf The Gorgon
Director: Terence Fisher.
Actores: Peter Cushing, Christopher Lee, Barbara Shelley, Michael Goodliffe, Richard Pasco, Jack Watson.
Música: James Bernard.
Género: Cine Clásico, Terror.
Año: 1964.
Duración: 80 min.
Nacionalidad: Reino Unido.
Calificación: Autorizada para todos los públicos
Imagen: Color - PAL - Fullscreen.
Audio: Español (Dolby Digital Mono), Inglés (Dolby Digital Mono), Alemán (Dolby Digital Mono).
Subtitulos: Español, Inglés, Alemán, Portugués, Griego, Turco, Danés, Sueco, Noruego, Finlandés.
Región: 2.
Edición: Normal
Discos: 1
Distribuidora: Columbia Tristar Home Video