Jennie, Vértigo y Mulholland Drive















TRES COMPOSICIONES DE ASOMBRO

¿Existe un cine deconstructor y cuestionante? Veamos tres ejemplos, de cómo los directores se sientan en la butaca del espectador, antes de colocarse en su silla de mando. Para Daniel Zimmerman, “toda creación del campo escópico es una ventana en la que el realizador nos enmarca a nosotros, los espectadores”. Ilustremos algunas de estas ventanas. Hay tres películas lejanas en el tiempo, a primera vista muy diferentes, que si nos detenemos, las tres cuentan con importantes paralelismos. Me refiero a Jennie (Portrait of Jennie, 1948) de William Dieterle, Vértigo (De entre los muertos, 1958) de Alfred Hitchcock, Mulholland Drive (2001) de David Lynch. He aquí unos subrayados para cada una de las cintas:

i) Jennie

Comienza con una cita de Eurípides: “Quién sabe si morir no será vivir y lo que los mortales llaman vida será la muerte”. Jennie (Jennifer Jones) entona durante toda la cinta una extraña canción: “De donde vengo nadie lo sabe, a donde voy todo va”. Jennie es una historia fantástica de corte romántico, donde coinciden teorías procedentes de Einstein, la relatividad del tiempo y del espacio, la energía que no se crea ni se destruye (sino que se transforma), los mundos paralelos, las diferentes dimensiones, y la eternidad.
Un pintor con poca fortuna (Joseph Cotten), anclado en trasnochados bodegones, conoce en un parque a una niña, musa que responde al nombre de Jennie. Con ella, todo se hace mágico. Trasciende el paisaje y sus atardeceres, junto a la música de Dimitri Tiomkin adaptando a Claude Debussy. Historia tan primitiva y naïf como bella, romántica y eficaz. Hitchcock le calcó multitud de motivos para su Vértigo.

ii) Vértigo

Besos con olas de acantilado o con giradiscos incorporado. Como en otras dos películas cruce —Recuerda (Spellbound, 1945) y Marnie (1964)—, con protagonista enfermo, que soporta responsable la muerte de inocentes, con regreso al perturbador mundo de la infancia —entre la culpa y la impotencia— por medio de insanos flashbacks familiares, inicio de la catarsis. Veremos a sus protagonistas transformarse para escapar de criminales y policía, redentores y amantes, y, a fin de cuentas, huir de uno mismo. Como el cuerpo ahoga y el espíritu libera, caen y se decantan entre el accidente y el suicidio, aquí en la bendita agua, debajo del Golden Gate. Y la música de Bernard Herrmann.
Es interesante pararse y comprobar cómo Hitchcock, cineasta por excelencia de la pareja —aunque no creyera en ella—, apostará por los dos enamorados en Recuerda y más tarde en Marnie, habiéndolo intentado en Vértigo con sorna y sin ningún resultado. Para ello utilizará el mito de Eurídice que también usara en Encadenados (Notorious, 1946): el rescate del mismo infierno por el amor verdadero.
Lo hizo Scottie (James Stewart) con Madeleine (Kim Novak), y la sacó mojada de las aguas. Poco tardó en desvestirla y acostarla dentro de su cama. Pero, elipsis y censuras aparte, fue una ilusión porque la realidad era otra. Incluso esforzándose en hacer el Pigmalión. Aunque Madeleine vuelva de la muerte —y del infierno del propio Scottie—, el que fuera salvador se encargará de ayudarle caer a la nada.

iii) Mulholland Drive

Repleta de texturas, fue definida por David Lynch como “una historia de amor en la ciudad de los sueños”. Comienza en la zigzagueante ruta que da nombre al film, una carretera que asciende hasta la colina del famoso cartel de Hollywood, y desde donde Los Angeles se puede encontrar a nuestros pies. Tras un accidente salvífico, la amnésica Rita (Laura Harring) recibirá la ayuda de Betty (Naomi Watts).
Mulholland Drive comenzó como un episodio piloto para la cadena norteamericana ABC, pero fue rechazado por ser demasiado oscuro y complejo, hasta que Canal +, decidió embarcarse en el proyecto y dar al pintor-director un presupuesto mayor para rodar más escenas y convertirlo en largo, con las modernas notas de Angelo Badalamenti.
Variedad de motivos rinden homenaje a Alfred Hitchcock, pero también a Billy Wilder, Robert Altman e Ingmar Bergman. Durante una rueda de prensa después de su presentación en Cannes, David Lynch se negó a dar una explicación lineal de su película, diciendo que “a veces las palabras fracasan al intentar explicar la realidad”. En una entrevista con Gabriel Lerman (2002), manifiesta que “el argumento es extremadamente lineal. Es un argumento muy lógico. No sabemos todo lo que pasa con el mundo, pero sí sabemos qué nos sucede a nosotros”.


Tres películas, una película: shock 'de entre las sombras'

Para Eugenio Trías (1997), hay un nombre toponímico que domina en Vértigo: las puertas del pasado, tanto de personajes como de historias y escenarios, algo que, creo, podemos trasladar a las otras dos cintas. Las tres son grandes películas donde podemos descubrir como cada uno de sus directores marca su particular impronta de creación. Aunque, si nos detenemos, podemos ver estados artísticos y de ánimo con reflejos comunes. En los tres largometrajes:

  • Asistimos a tres love storys, pasionales y vertiginosos, tres formas distintas de llevar a cabo el amour fou, tres ensayos y estados creativos fielmente románticos: amor, vida y muerte, en el tránsito por el fino hilo de la existencia.
  • Caleidoscopio de fiebres y traumas, en pertinaz búsqueda de catarsis. Reflexión sobre la inocencia. Mito de Eurídice. En esencia, las tres son ensayos sobre la felicidad imposible, sobre el temor por la triste (y a veces monstruosa) realidad, en continua huida hacia adelante.
  • Con tres títulos de crédito, comienzos-presentación, elegantes ejercicios de sinopsis, imágenes surreales en la mente de sus protagonistas, y ahora en la nuestra. Actos y a la vez sueños premonitorios.
  • Se apuesta por la fantasía trascendente y poética de lo real, por la veracidad en conflicto con la realidad. Obsesiones y sueños se mezclan con fantasmas y pesadillas, excelentemente contadas, transitando por un terreno tan mágico como universal.
  • Son sueños dentro de sueños, cajas chinas o de Pandora, y espirales, transformismo, con protagonistas de identidades falsas y rotas, para seguidores de identificaciones castradas y castigadas.
  • Cobra un importante significado la expresión y la apariencia del tiempo, llegando a ser una atmósfera-personaje más en cada espacio, manteniendo tensión con el futuro y el pasado, utilizando en todo momento una narrativa limpia y lineal.
  • La ciudad es protagonista, es la tercera persona, testigo y escriba de pequeñas grandes historias sobre la pequeñez de los mortales. Son tres crónicas, tres fábulas dramáticas para diferentes civilizaciones, distintas culturas de ciudad en muy poco tiempo.
  • En sus autores se respira un momento, que llega a ser discurso, de inconformismo, de crítica al sistema donde se desarrolla la acción: vidas tristes y rancias, estados del alma con el tormento de lo bienpensante, aparatosas falsas conciencias deseosas de personales revanchas, una moral con polillas, donde los pobres diablos hacen pacto con sus tremendas pequeñeces.
  • Ensayan la sugestión de lo visual, el poder de la imagen, hipnótico y cautivante, apoyando su suspense en la atracción (y paso) de la inteligencia al sentimiento (y vuelta a la inteligencia). Sus excelentes bandas sonoras envuelven cada gran puesta en escena.
  • Juego de realidad-ilusión. Misterio e intriga rodean la vida en apariencia. Necesita de la imaginación (cómplice) del espectador para que la historia se siga desarrollando por los cauces trazados. Así, sus planos despiertan fuerza y su intensidad marca impronta.
  • En las tres se puede traslucir varias figuras del demiurgo que, como el sucede con el director, (re)presenta al espectador la función que al gran cheff le viene en gana.
  • Las tres cintas hacen patente que el cine es un arte mecánico —tecnología, máquina y objetivo— con el recursos de los efectos especiales para lo cotidiano. Son muestras de artesanos sabios que comunican estados con sus miradas y planos.
  • En su composición, las tres películas son muestra del buen cine norteamericano, ese que cuenta con la armonía, dinámica y variante, del jazz. Actores, guionistas, músicos, fotógrafos... todos sus artistas son instrumentos propios, bien ensamblados, cediendo el protagonismo a la obra.

Jennie, Vértigo, Mulholland Drive son tres ejemplos que muestran el rescate del shock de entre las sombras, tres muestras de cine, arte y creación. Con nitidez, pero con misterio también. Como decía David Lynch a propósito de su forma de hacer cine, el creador se vuelve a colocar en el asiento del espectador y manifiesta: “A mí me gusta entrar al cine sin saber qué voy a ver y salir de él con más preguntas sobre la realidad que las que tenía al entrar. Me gusta trabajar con la intuición, mezclar lo que me indica la mente con lo que siente el corazón. En Mulholland Drive hay muchas abstracciones, y creo que eso lo vuelve rico. No hay mejor gancho en una película que los misterios que se plantean dentro de la seguridad de una sala de cine”. Como en el asombro primero./CG El País de Nunca Jamás, abril 2002