BB no es la Bardot, es Bernardo Bonezzi


A Bernardo Bonezzi le debemos lo mejor en la eclosión pop de nuestra democracia y esa insignia de sueños que es Groenlandia, que grabó con sólo quince años. Nadie como él ha sabido recrear atmósferas a partir de historias y canciones, y pocos han sabido contagiar entusiasmo, elegancia y chulería así en sus directos. Qué maravilloso tremendismo sobre el escenario el de Extraños juegos, por el que pagarían un brazo Charles Laughton o Tim Burton. A Bonezzi le debemos grandes bandas sonoras —tono, estilo y parte de la narrativa— para el cine, pero en especial las de tres películas de largo título: ¿Qué he hecho yo para merecer esto! Mujeres al borde de un ataque de nervios y Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. Prolífico hasta la médula, si hubiera nacido USA, John Waters ya le habría hecho protagonista de uno de sus filmes.
Valga como retromuestra la despedida de La Edad de Oro, con el siempre querido Carlos Berlanga, Almodóvar & McNamara o el VHS de la fa-bu-lo-sa Banderas, junto a Didi St. Louis, una barbaridad de la que todavía recuerdo el momento hipnótico la primera vez que la pude oír. Bonezzi tendría que haber trabajado con Jacques Tourneur, y ahora con David Lynch, si Bernardo quisiera, claro! Y también Lady Grey, tema para La hora del té, la tarde... de su trilogía instrumental sobre las horas del día. Bonezzi sigue siendo joven y precoz: un cuarentón capaz de componer con madurez los acordes sostenidos de un universo que siempre agradeceremos haya construido y además compartido, con las mismas dosis de originalidad que de belleza. ¡Bravo, Bernardo!