Dichos y hechos de una vieja dama indigna



Musulmanes, homosexuales, izquierdistas, profesores e inmigrantes caen bajo la guadaña del cuarto tomo de memorias de Brigitte Bardot, quien sólo elogia a Jean Marie le Pen y a una líder trotskista.

Eduardo Febbro


La mujer que iluminó con su belleza y sus encantos dos décadas seguidas oscurece los días de su vejez con sus ideas extremas. Brigitte Bardot, la pulposa rubia francesa, la “femme eternelle”, la inolvidable protagonista de películas como El desprecio, Y Dios creó a la mujer, lleva varios años escandalizando a sus nostálgicos admiradores. A su lucha a veces patética por la defensa de los animales –delfines, gatos, perros y burros–, Brigitte Bardot fue sumando con el tiempo una defensa de ciertos valores que lindan con la ideología menos recomendable, es decir, la extrema derecha. El último libro publicado en Francia por la actriz, Un grito en el silencio, ha suscitado un gran debate y provocado la reacción del MRAP, el Movimiento contra el Racismo y por la Amistad entre los Pueblos, que decidió llevar a la actriz y al editor ante la Justicia por el carácter claramente racista de la obra. Aquella mujer que en la película El desprecio preguntaba con voz de ángel “¿me quieres, no me quieres?”, vocifera ahora a todo pulmón contra la modernidad, los musulmanes y el Islam. La amiga de los animales se muestra como la peor enemiga de los hombres.
Dedicado a la “guardia vieja”, es decir, a todos aquellos que “aman, respetan y protegen a los animales en la sombra o a la luz del día”, el libro de Brigitte Bardot tiene enemigos bien identificados, empezando por los musulmanes, a quienes no les tiene “ninguna estima”. Tras confesar que está “en contra de la islamización de Francia”, la actriz francesa agita los espantapájaros con que la extrema derecha gana sus adeptos:”Desde hace unos 20 años –escribe– estamos sometidos a una infiltración subterránea y peligrosa, sin control alguno (la de los musulmanes), la cual no sólo no se somete a nuestras leyes y costumbres, sino que también intenta imponer las suyas a medida que pasan los años”. Cuando comenta “la llegada a la Comédie Française (el teatro nacional) de un autor argelino, Kateb Yacine, con sus cantos islámicos y su lenguaje local”, la señora Bardot juzga que “el arte se convirtió en una mierda, tanto en el sentido propio como figurado”. Su preferencia por los extremos queda de manifiesto en el momento de opinar acerca de la clase política francesa. Al símbolo sexual de la década del 70 no le gustan los líderes ecologistas, a los que ridiculiza y trata de todos los nombres posibles. Sin embargo, no esconde su admiración por el jefe de la extrema derecha francesa, Jean Marie Le Pen, y por la líder de la ideología opuesta, Arlette Laguiller, la mujer a la cabeza del movimiento trotskista. Bardot declara su respeto “por los que creen fundamentalmente en una ideología, sea cual fuere. Laguiller es respetable, sincera, al igual que Le Pen. Ambos son sólidos, creíbles y no cambian de opinión según la dirección de la moda”.
La extrema belleza del pasado parece haberle quedado con un gusto amargo en la boca y un odio visceral frente a “la especie humana”. Todo lo que es moderno, actual, le provoca una reacción violenta. Brigitte Bardot añora el pasado, lo idolatra al punto de lamentar esa época en que “las gallinas picoteaban en libertad y las vacas tenían un nombre al que respondían cuando se las llamaba”. La actriz fustiga la desaparición de “nuestras tradiciones y de los valores de Francia” y llega hasta pronunciarse a favor de “la pena de muerte”. La Francia moderna, la cultura gay, el arte de hoy, la comida rápida, la televisión, los hombres políticos, los funcionarios y los desempleados, todo lo que a sus ojos representa “la decadencia de la especie humana” acaba demolido por su pluma. Según Bardot, los jóvenes “no hacen absolutamente nada” y la izquierda “es la responsable del tendal de daños que se constata desde hace 20 años”. Menoslos animales, objeto de miles de atenciones, nada más le merece consideración. Así, los desempleados o los inmigrados sin papeles o las personas sin domicilio fijo que ocupan las iglesias son “inmundos que profanan y asaltan nuestras iglesias para transformarlas en corrales de cerdos humanos”.
Ni siquiera se salvan los profesores, quienes, alega la actriz, “vienen a enseñar sin afeitarse, con los cabellos y las camisas sucios, con jeans asquerosos y zapatillas llenas de barro”. La escuela es también para ella “un centro de depravación, llena de clanes de terroristas y consumidores masivos de preservativos”. Un grito en el silencio parece escrito más bien por una abuela campesina antes que por una señora de 68 años que pasó gran parte de su vida en el gran mundo. Más de 50 años después del nacimiento del mito Bardot, la ex mujer total denuncia los estragos de la liberación sexual en una época que, afirma, “lleva al firmamento a las grandes putonas del nuevo siglo, llena de honores a los pedófilosal tiempo que, lo que nos queda aún de sexo masculino, elige la profesión de modelo top y pasa su vida en cuidados estéticos”.


¡Menos mal que en la tierra hay animalitos! Sólo los seres con cuatro patas, plumas, pelos y escamas despiertan en Brigitte Bardot un ápice de humanidad. A lo largo de un capítulo bucólico que roza lo ridículo, Bardot cuenta cómo salvó la vida de una langosta en un restaurante, evoca el canto de las ranas,”sedientas de amor y de agua fresca” y se demora con nostalgia en contar las necesidades de sus dos cerdos, Marcel y Rosette, los cuales “reclaman la ducha fresca y benefactora que tanto necesitan”.
Brigitte Bardot tuvo ciertos problemas para publicar el cuarto y polémico volumen de sus memorias. El editor de la presente obra, Iniciales BB, rechazó el manuscrito de Un grito en el silencio. Ella y el libro enfrentan ahora un proceso. Mouloud Aounit, presidente del MRAP, considera que “este libro es inaceptable, se trata de un auténtico llamado al racismo. Nosotros ya logramos que Brigitte Bardot sea condenada tres veces por sus declaraciones racistas. En Francia, el racismo no es una opinión. Es un delito”.
El animal contra el hombre, el pasado contra el presente, la vejez contra la juventud, el orden contra el desorden, los extremos contra la diversidad. Todo el libro de Brigitte Bardot es una carga virulenta, una visión estrecha donde sólo cabe una cosa y no la otra. “Soy doble”, confesó la ex actriz hace unos días. Esa dualidad no ocupa ni una sola línea del libro. El rumor asegura que esas ideas malas, racistas, ese odio repentino, esa capacidad de injuriar y rebajar a los demás no le pertenecen totalmente. “Alguien le puso esas cosas en la cabeza, alguien que actúa sobre ella como un ventrílocuo superdotado”, explica una periodista francesa que conoce los entretelones de la vida sentimental de la diva. Bardot lleva años manteniendo una relación con un influyente hombre de la extrema derecha y la prensa sentimental le adjudica a él la propiedad de esa marcada ideología. Bardot, sin embargo, lo niega y explica:”Quise tomar la palabra porque estoy espantada por el estado de nuestra sociedad. Pienso todo lo que he escrito. Creo que no existen más los límites morales, que nuestra sociedad se transforma demasiado rápido y mal, que nuestro viejo país de cultura cristiana pero laico en su funcionamiento está hoy marcado por la presencia de un Islam demasiado importante que tiende a rechazar la laicicidad”.
Pocas huellas quedan en el rostro y la mirada de Bardot de la mujer que fue. La edad no sólo se llevó su belleza, también su lucidez y ese aire cándido y sensual que marcó una época. ¿Cómo explicar tantos años después que una mujer en la cumbre del éxito haya abandonado su carrera a los 38? Tal vez sea el único momento en que la actriz francesa habla sin odio y con franqueza. “Si dejé el cine a los 38 años –dice– es porque pensé que nunca más encontraría la coherencia, mi cohesión. No reniego de mijuventud, ni de mi suerte, ni de las personas que amé y que me ayudaron a madurar. Pero en esos años estaba demasiado cargada de mí misma. Estaba perseguida y era incapaz de resolver mis problemas.”
El filósofo existencialista francés Jean Paul Sartre escribió alguna vez que cuando “se quiere demasiado a los niños se los quiere contra los hombres”. La militancia de Brigitte Bardot contra los malos tratos a los animales entra en la misma definición. Ella ama y protege a los animales en contra de los hombres.