En el espejismo de la igualdad (Crítica de 'Wonder Woman', de Patty Jenkins)


No decepciona 'Wonder Woman', la esperada adaptación de largo metraje, más de 140 minutos, sobre la amazona de DC Comics para la Warner. ¿El secreto de su éxito? Un sabio y cosido guión que aúna con sorprendente y mágica coherencia mundos imposibles, de la mitología a la Primera Gran Guerra. Una coreografía cuidada y bien ajustada a la narrativa, espectacular en épica, acrobacias e imaginería pulp, a mayor gloria de una completa y todoterreno Gal Gadot —o cómo encontrar rostro y percha para el papel—, que incluso llegó a rodar escenas adicionales embarazada de cinco meses. Y un momento cumbre, al final, perfectamente ensamblado con la explosión emocional de la heroína, a la que acompaña una magistral banda sonora de Rupert Gregson-Williams, con ecos épicos al western. Al fin al cabo, el film sigue el patrón de la patrulla con misión en territorios frontera dominados por el Mal. 

Entretenimiento pop 
'Wonder Woman' es una apuesta pop por y para el entretenimiento, de trazo plano, adolescente e idealista, al más puro estilo del 'Superman' (1978) de Donner, aventura romántica incluida, que —como también hace la reciente 'La Momia' (2017) de Kurtzmann— incorpora con inteligencia muchos aspectos de la llamada serie B de los diferentes subgéneros en liza. Junto a ellos, la película cuida multitud de detalles, como los de la embarcación al mundo de los mortales, cuyas cuerdas siguen al Lazo de la Verdad, y la brillante recreación de los espacios abiertos o claustrofóbicos, según los valores de cada mundo representado.

Que el peor de los villanos —David Thewlis como Ares— tenga aspecto de señor de ventanilla en una oficina bancaria no hace sino engrandecer al género en su versatilidad y poderío. Por otro lado, la sabia elección de Danny Huston —¡hijo de John Huston! y pareja de Olga Kurylenko— como el general alemán Ludendorff, aliado de la Doctora Veneno, aporta durante toda la cinta la necesaria inquietud y amenaza a nuestros protagonistas.

¿Fábula feminista?
Creada en 1941 por el psicólogo Charles Moulton, en 1972 vinculó su imagen al movimiento por los derechos de las mujeres. Por mucho que se adjetive de feminista y esté dirigida por Patty Jenkins —responsable de la interesante 'Monster' (2003) en su debut y primera realizadora de superhéroes—, 'Wonder Woman' recoge en su corazón una relación de pareja teen subrayada por la ingenuidad y cabezonería de la protagonista ante su duelo contra el Mal, un planteamiento frágil y naïf que se acerca más a la domesticación de una nueva saga de Princesas de Cómic que a una liberación rebelde ante cualquier patriarcado. De hecho, uno de los modelos de Gadot para desarrollar su personaje fue la Princesa Diana de Gales como ejemplo de liderazgo, aquí con taza y media de sacarina por la simplicidad.

Jenkins recrea la belleza como iconosfera de los deseos más puros, acentuando la hipersexualidad del mito en los combates ante el mundo masculino, algo a ser visto con cuidado. Como decía la filósofa Amelia Valcárcel, "vivimos en el espejismo de la igualdad". Sigourney Weaver era más legendaria y heroína en el castillo espacial frente al Alien. En 'Wonder Woman', el status quo del matriarcado y el perfect world de las guerreras con el que arranca la cinta hubiera sido un buen final de haber querido construir otro discurso generacional donde la mujer fuera más respetada. Aunque claro, también la lectura puede ser de cómo el varón con su llegada irrumpe cualquier armonía. De momento, seguiremos confiando en las fortalezas del icono de Wonder Woman, en una entrega que no echa en falta ni a Batman o Superman, ni a Capitán América o Thor. Creo que tenemos Mujer Maravilla para rato, al menos con la vis de Gal Gadot.