"La ornamentación y simbología de los instrumentos sagrados es a veces sorprendente” Entrevista a Luis Delgado #FICS2017
www.diariodelaltoaragon.com En el Museo Diocesano de Jaca, hoy sábado se inaugura la exposición Instrumentos Sagrados: La voz del Ritual, dentro de los actos del XXVI Festival Internacional en el Camino de Santiago. Entrevistamos a Luis Delgado, músico e investigador, responsable de la muestra.
—Esto ya se veía venir tras "El Sueño de Al-Zaqqaq", su música andalusí para "El Reino del Cielos" de Ridley Scott.
—En realidad, lo que Ridley Scott incluyó en "El Reino de los Cielos" fueron varios fragmentos de "El Sueño de al-Zaqqaq". Como se rodó en varios puntos de la Península —el Castillo de Loarre entre ellos—, la productora se encontró con varios discos nuestros, de los que escogieron los fragmentos citados.
—¿El sentido y el sonido de la vida convergen en la meditación, sea cual sea su cultura?
—Yo no me atrevería a afirmarlo categóricamente. Depende sobre todo de cada uno de nosotros. Hay quien pasa por la vida sin inquietudes espirituales, mientras que otras personas viven centradas en todo lo relacionado con ello. Lo que si es cierto es que en todas las culturas, el ritual ha estado siempre acompañado de música, y esta es el vehículo perfecto para trascender a la cotidianidad.
—En su ponencia de ayer ampliaba información sobre su nueva exposición Instrumentos Sagrados: La voz del Ritual. ¿Qué es lo más característico de sus piezas?
—Son piezas que el ser humano ha construido para, como decíamos, trascender el plano cotidiano y comunicarse con un plano espiritual o religioso. Todas ellas miran al cielo, y algunas son de una enorme belleza, no sólo en su sonido sino en su propio diseño material. La ornamentación y la simbología es a veces sorprendente.
—¿Por qué no suelen estar a nuestro alcance?
—Depende. Hay piezas muy accesibles. En el Oficio de Difuntos del Viernes Santo se utilizaban las carracas y las matracas para recordar como, según la descripción del Nuevo Testamento, el Cielo se rasgó tras la muerte de Cristo. Estos eran instrumentos muy accesibles. Sin embargo, otras piezas, como el Tod-Rnga tibetano son muy exclusivas. En concreto éste se trata de un tambor hecho con huesos humanos, que suele encontrarse solo en las manos de los Monjes, aunque en la exposición exponemos uno.
—¿Cuáles son los principales orígenes de estas piezas?
—Muchas de ellas son encargos a constructores de forma específica, como el Guitarrón Chileno; otras son cesiones generosas de entidades o personas relacionadas con un ritual concreto, como los instrumentos de Los Pecados y Danzantes de Camuñas, en Toledo, que fueron cedidas por la propia cofradía. También algunas provienen de los lugares de uso, como el Hahjous Gnawa de Marruecos que lo adquirimos directamente de un músico callejero.
—¿Tienen algún denominador común en sus sonidos?
—Ese punto depende mucho de la cultura a la que pertenezca el instrumento propiamente dicho. Podemos encontrar desde el sonido profundo de la Trompa Marina que acompañaba al canto gregoriano en los monasterios europeos, hasta los tonos terroríficos del Ehecachitli precolombino, también conocido como el Silbato de la Muerte, pasando por los sonidos intangibles del Sheng Chino.
—Cite, por favor, la aplicación ritual más acostumbrada de estos instrumentos.
—Por poner algún ejemplo, en la exposición se puede encontrar desde un Kultrún de la Cultura Mapuche, que conecta directamente con el pulso telúrico, hasta el Shakuhachi de los monjes Komuso, que dedicaron su vida al llamado Suizen, es decir al Zen Sonoro.
—¿Y alguna de las más curiosas?
—Es muy interesante el proceso de fabricación del Didjeridoo australiano, ya que los aborígenes utilizan las ramas de eucalipto que las termitas han vaciado previamente, y con ellas construyen estos impresionantes aerófonos, presentes en todas las celebraciones rituales.
—¿Son instrumentos tradicionales, de difícil cambio o evolución?
—Por lo general así es. Son instrumentos llenos de simbología, que permanecen fieles a su morfología a pesar del paso del tiempo. Las Tjurungas australianas, que tienen paralelos en distintas culturas alrededor del mundo, llevan sin evolucionar desde el periodo Magdaleniense, y continúan cumpliendo su labor en las celebraciones religiosas.
—Más un millar de piezas son las que Vd. recoge dentro de su colección en el Museo de la Música de la vallisoletana villa murada de Urueña.
—Efectivamente, a lo largo de estos años hemos reunido mas de 1300 piezas de todo el mundo y de diferentes época. Por limitaciones de espacio sólo exhibimos 600, pero entre ellas se encuentran reproducciones medievales, piezas originales de los siglos XVII y XIX, rarezas organológicas que no han evolucionado, etc.
—Vd. que ya participó en las pasadas bodas de plata del festival, ¿cómo ve y valora la actividad del certamen?
—Creo que cada año va mejorando, tanto en la programación como en la respuesta del público. Por mi parte, cada participación en el festival va seguida de numerosos comentarios de amigos que han oído la repercusión del evento, lo cual siempre es muy gratificante.
—Ha publicado 20 discos como solista, 30 como miembro de distintos grupos, producido más de 50 trabajos y colaborado en más de 100 grabaciones. ¿Qué trabajos son los que ha protagonizado su 2017?
—En este año hemos editado un disco dedicado a la Sinagoga del Tránsito, que es sede del Museo Sefardí de Toledo, y ahora estamos preparando otro para la Torre de la Calahorra, que acoge al Museo Vivo de al-Andalus en Córdoba. Este último está dedicado a las Tres Culturas. Por otra parte he tenido la fortuna de participar en varios montajes teatrales, aportando la parte musical. Entre ellos “Sueños” de Quevedo, dirigido por Gerardo Vera para el Centro Dramático Nacional; La “Edad de la Ira” de Nando López, dirigida por José Luis Arellano para la Joven Compañía; “Después del Ensayo” de Ingmar Bergman, con Emilio Gutiérrez Caba bajo la dirección de Juan José Afonso, etc. La composición de música para teatro es siempre un trabajo muy gratificante.
—El próximo 17 de agosto le veremos actuar en la Iglesia de San Martín en Hecho: Los Músicos de Urueña y las Tres Culturas en el Camino de Santiago. Invítenos, por favor.
—Será un concierto íntimo y recogido en el que podremos escuchar músicas de las Tres Culturas, algunas de ellas relacionadas con el Camino de Santiago. Intentamos que el público se evada por un rato de la cotidianidad para entrar en otro espacio, para que ceda su mirada a un tiempo en el que no existía la prisa y en el que cada cosa gozaba de la merecida atención y del consiguiente disfrute. Es un privilegio que hoy día es difícil de conseguir, pero que la música en directo aún nos lo permite. La Iglesia de San Martin en Hecho es el espacio idóneo para ello. © Carlos Gurpegui
—Esto ya se veía venir tras "El Sueño de Al-Zaqqaq", su música andalusí para "El Reino del Cielos" de Ridley Scott.
—En realidad, lo que Ridley Scott incluyó en "El Reino de los Cielos" fueron varios fragmentos de "El Sueño de al-Zaqqaq". Como se rodó en varios puntos de la Península —el Castillo de Loarre entre ellos—, la productora se encontró con varios discos nuestros, de los que escogieron los fragmentos citados.
—¿El sentido y el sonido de la vida convergen en la meditación, sea cual sea su cultura?
—Yo no me atrevería a afirmarlo categóricamente. Depende sobre todo de cada uno de nosotros. Hay quien pasa por la vida sin inquietudes espirituales, mientras que otras personas viven centradas en todo lo relacionado con ello. Lo que si es cierto es que en todas las culturas, el ritual ha estado siempre acompañado de música, y esta es el vehículo perfecto para trascender a la cotidianidad.
—En su ponencia de ayer ampliaba información sobre su nueva exposición Instrumentos Sagrados: La voz del Ritual. ¿Qué es lo más característico de sus piezas?
—Son piezas que el ser humano ha construido para, como decíamos, trascender el plano cotidiano y comunicarse con un plano espiritual o religioso. Todas ellas miran al cielo, y algunas son de una enorme belleza, no sólo en su sonido sino en su propio diseño material. La ornamentación y la simbología es a veces sorprendente.
—¿Por qué no suelen estar a nuestro alcance?
—Depende. Hay piezas muy accesibles. En el Oficio de Difuntos del Viernes Santo se utilizaban las carracas y las matracas para recordar como, según la descripción del Nuevo Testamento, el Cielo se rasgó tras la muerte de Cristo. Estos eran instrumentos muy accesibles. Sin embargo, otras piezas, como el Tod-Rnga tibetano son muy exclusivas. En concreto éste se trata de un tambor hecho con huesos humanos, que suele encontrarse solo en las manos de los Monjes, aunque en la exposición exponemos uno.
—¿Cuáles son los principales orígenes de estas piezas?
—Muchas de ellas son encargos a constructores de forma específica, como el Guitarrón Chileno; otras son cesiones generosas de entidades o personas relacionadas con un ritual concreto, como los instrumentos de Los Pecados y Danzantes de Camuñas, en Toledo, que fueron cedidas por la propia cofradía. También algunas provienen de los lugares de uso, como el Hahjous Gnawa de Marruecos que lo adquirimos directamente de un músico callejero.
—¿Tienen algún denominador común en sus sonidos?
—Ese punto depende mucho de la cultura a la que pertenezca el instrumento propiamente dicho. Podemos encontrar desde el sonido profundo de la Trompa Marina que acompañaba al canto gregoriano en los monasterios europeos, hasta los tonos terroríficos del Ehecachitli precolombino, también conocido como el Silbato de la Muerte, pasando por los sonidos intangibles del Sheng Chino.
—Cite, por favor, la aplicación ritual más acostumbrada de estos instrumentos.
—Por poner algún ejemplo, en la exposición se puede encontrar desde un Kultrún de la Cultura Mapuche, que conecta directamente con el pulso telúrico, hasta el Shakuhachi de los monjes Komuso, que dedicaron su vida al llamado Suizen, es decir al Zen Sonoro.
—¿Y alguna de las más curiosas?
—Es muy interesante el proceso de fabricación del Didjeridoo australiano, ya que los aborígenes utilizan las ramas de eucalipto que las termitas han vaciado previamente, y con ellas construyen estos impresionantes aerófonos, presentes en todas las celebraciones rituales.
—¿Son instrumentos tradicionales, de difícil cambio o evolución?
—Por lo general así es. Son instrumentos llenos de simbología, que permanecen fieles a su morfología a pesar del paso del tiempo. Las Tjurungas australianas, que tienen paralelos en distintas culturas alrededor del mundo, llevan sin evolucionar desde el periodo Magdaleniense, y continúan cumpliendo su labor en las celebraciones religiosas.
—Más un millar de piezas son las que Vd. recoge dentro de su colección en el Museo de la Música de la vallisoletana villa murada de Urueña.
—Efectivamente, a lo largo de estos años hemos reunido mas de 1300 piezas de todo el mundo y de diferentes época. Por limitaciones de espacio sólo exhibimos 600, pero entre ellas se encuentran reproducciones medievales, piezas originales de los siglos XVII y XIX, rarezas organológicas que no han evolucionado, etc.
—Vd. que ya participó en las pasadas bodas de plata del festival, ¿cómo ve y valora la actividad del certamen?
—Creo que cada año va mejorando, tanto en la programación como en la respuesta del público. Por mi parte, cada participación en el festival va seguida de numerosos comentarios de amigos que han oído la repercusión del evento, lo cual siempre es muy gratificante.
—Ha publicado 20 discos como solista, 30 como miembro de distintos grupos, producido más de 50 trabajos y colaborado en más de 100 grabaciones. ¿Qué trabajos son los que ha protagonizado su 2017?
—En este año hemos editado un disco dedicado a la Sinagoga del Tránsito, que es sede del Museo Sefardí de Toledo, y ahora estamos preparando otro para la Torre de la Calahorra, que acoge al Museo Vivo de al-Andalus en Córdoba. Este último está dedicado a las Tres Culturas. Por otra parte he tenido la fortuna de participar en varios montajes teatrales, aportando la parte musical. Entre ellos “Sueños” de Quevedo, dirigido por Gerardo Vera para el Centro Dramático Nacional; La “Edad de la Ira” de Nando López, dirigida por José Luis Arellano para la Joven Compañía; “Después del Ensayo” de Ingmar Bergman, con Emilio Gutiérrez Caba bajo la dirección de Juan José Afonso, etc. La composición de música para teatro es siempre un trabajo muy gratificante.
—El próximo 17 de agosto le veremos actuar en la Iglesia de San Martín en Hecho: Los Músicos de Urueña y las Tres Culturas en el Camino de Santiago. Invítenos, por favor.
—Será un concierto íntimo y recogido en el que podremos escuchar músicas de las Tres Culturas, algunas de ellas relacionadas con el Camino de Santiago. Intentamos que el público se evada por un rato de la cotidianidad para entrar en otro espacio, para que ceda su mirada a un tiempo en el que no existía la prisa y en el que cada cosa gozaba de la merecida atención y del consiguiente disfrute. Es un privilegio que hoy día es difícil de conseguir, pero que la música en directo aún nos lo permite. La Iglesia de San Martin en Hecho es el espacio idóneo para ello. © Carlos Gurpegui