Vanessa Montfort, escritora y dramaturga, dirige desde 2015 la Compañía Teatral Hijos de Mary Shelley, la única formación en España dedicada al género fantástico. Hoy martes 15 de agosto a las 22:30 horas se podrá disfrutar ‘El hogar del monstruo’ en el Palacio de Congresos de Jaca.
Vanessa Montfort está considerada como una de las voces más destacadas e internacionales de la literatura española reciente. Cuenta con una docena de obras teatrales y cuatro premiadas novelas que van desde el thriller a la novela histórica: 'El ingrediente secreto', 'Mitología de Nueva York', 'La leyenda de la isla sin voz' y 'Mujeres que compran flores'. Dentro de su variada obra teatral —en la que hay comedia, drama, musical y género fantástico—, el próximo martes presenta en Jaca ‘El hogar del monstruo’, obra de la que es directora y dramaturga.
—¿Qué propone ‘El hogar del monstruo’?
—Un espectáculo de teatro fantástico, un viaje a través de monstruos clásicos reinventados o reencarnados en el siglo XXI, traídos a nuestra época, o monstruos de nueva creación, que en monólogo hablarán al público de cosas que nos atañen. Los monstruos siempre cuentan algo muy importante del ser humano, porque ellos mismos tienen una parte humana. No tienen por qué ser malvados, a veces hacen cosas extraordinarias. Y se considera monstruo solamente a lo diferente. En ese sentido, las criaturas de este hogar al que invitamos al público a entrar son una oda a la diferencia.
—¿Qué fidelidades conserva con el imaginario de Mary W. Shelley?
—El gusto por profundizar en el alma del ser humano, a través de lo que el monstruo nos hace ver de nosotros mismos. Plantea preguntas para las que no tenemos respuestas. Y aporta algo muy importante: la ternura hacia el monstruo, hacia su soledad. Las consecuencias de lo que Frankenstein es —y de sus actos— también parten de la soledad.
—¿Qué aporta de nuevo al discurso de monstruo?
—Lo escuchamos en el siglo XXI. La existencia del monstruo se debe a la necesidad del ser humano de preguntarse por las oscuridades del alma. Por eso creamos monstruos. En el siglo XIX nacieron esas grandes, terribles y hermosas criaturas como Drácula, el Dr Jekyll y Mr Hyde, etc. Frankenstein surge de las preguntas que se hace el hombre hacia la revolución científica.
—¿Qué pasaría entonces si estos monstruos del XIX vinieran a contarnos qué ha sido de sus vidas?
—O si escucháramos su discurso en pleno siglo XXI, qué nos aportarían. Preguntas extrapolables a las que nos seguimos haciendo hoy a nivel político, social, etc. Salvo Alien, el siglo XX ha estado muy vacío de criaturas, salvo los zombies, ese monstruo colectivo que sólo se preocupa por comer y no pensar, la supervivencia de alimentarse los unos de los otros, consecuencia de la sociedad de masas, un monstruo que ahora ya no tiene nombre propio, resultado de la despersonalización y de la globalización.
—¿Cuál es su mensaje para estos tiempos extraños?
—Al final de cada función, si hemos ofrecido un espejo, y si alguien se ha sentido identificado, que sepa que puede unirse a nosotros. El discurso del monstruo es ofrecer al ser humano un espejo oscuro, pero diáfano, en el que pueda reconocer a esa criatura que también habita en ellos, para asumir así nuestra cara oculta de la luna. A veces la parte que más nos asusta de nosotros mismos es la humana.
—Llevada al cine por Elio Quiroga, los cantos de su ‘Sirena Negra’ cuentan ya con una gran trayectoria.
—Empezó como un reguero de pólvora cuando Ruth González se subió a un escenario por primera vez. Como dramaturga, después de doce obras de teatro puedo decir que es una de las obras y de los personajes que más feliz me ha hecho. Hay algo que conecta con el público que escarba muy profundo. Ya lo verán.
—¿Es el ser humano lo más bello y a la vez lo más monstruoso de la creación?
—El ser humano es un milagro de la creación que ha llegado demasiado lejos y, a veces, los milagros se transforman en pesadillas. Tengo bastante fe en el ser humano, es capaz de soñar y de imaginar, y de crear mundos paralelos, es capaz de creer en Dios. No soy nada pesimista con nuestras capacidades. El ser humano es capaz de llorar y es capaz de amar, la medicina y el antídoto para todo. / © Carlos Gurpegui www.diariodelaltoaragon.com