Entrevista

"Una sociedad que reduce el entusiasmo y el valor de la diferencia está abocada al fracaso"

FJM www.diariodeteruel.es Carlos Gurpegui es experto en medios de comunicación y esta semana impartió varios talleres educativos con escolares turolenses dentro de la actividad Amantes de Cine que organiza la Fundación Amantes de Teruel. 

—¿El cine educa?
—Desde su pedagogía cinematográfica Roberto Rossellini nos recuerda cómo un espíritu libre no debe aprender como esclavo, lema de Platón en La República. El cine educa en la medida que la contemplación de sus relatos nos hace más libres, y a la vez más solidarios y agradecidos con el género humano. El cine educa si nos hace mejores personas, pero esto es un test de calidad a muy largo plazo.

—En cambio cada vez se ve menos cine, al menos como lo entendemos de forma tradicional. 
—Cada vez se hace peor cine, pero cada vez se rescatan más películas valiosas. Filmin, por ejemplo, es un estupendo contenedor para el visionado a la carta. Además, para el que le guste las series, estas son el nuevo laboratorio narrativo del llamado cine de autor.

—Las películas están cargadas de ideas, no solo buenas, de estereotipos, de arquetipos y de otras perversiones, si me permite la expresión. ¿Somos críticos con lo que vemos? 
—Somos poco selectivos, deberíamos valorar más nuestro tiempo. Carlos Saura hablaba hace 22 años del uso de la imagen pervertida, que no perversa. Su perversión aparece por el encanallamiento, la vulgarización y el mal uso de la imagen, decía Saura. Creo que la primera decisión pasa por elegir con sinceridad nuestra particular mediateca. Es la que más y mejor nos va a cultivar.

—¿A qué se debe esa falta de capacidad de análisis crítico con todos los discursos audiovisuales que nos envuelven? 
—Se debe a un manifiesto pacto social por la mediocridad. No hay mirada crítica porque hemos abandonado la creación de espacios verdes de utopías. Tuve la suerte de coincidir con Oliver Stone y me subrayó algo estremecedor: “Siempre nos deshacemos de los soñadores”. Una sociedad que reduce el entusiasmo y el valor de la diferencia está abocada al fracaso.

—Eso está provocando estragos en las redes sociales, ¿no le parece? Vivimos inmersos en el todo vale; calumnia o suelta cosas sin contrastar, que nadie se encargará después de poner las cosas en su sitio. 
—Me parece fundamental reivindicar el valor social del periodista que contrasta la noticia, posee su propio código ético, no se deja manipular por los poderes de su medio, etc. Y el usuario en redes debe saber convivir en la nueva sociedad digital: la ciberciudadanía cuenta con derechos y deberes, y el respeto al otro (y a lo otro) debería estar a la orden del día, además de saber gestionar privacidad e impulsividad.


—¿Por qué si no nos podemos fiar de lo que se dice en las redes, porque resulta difícil contrastarlo, al final nos creemos todo? ¿Estamos ante una nueva deidad o ante los Cuatro Jinetes del Apocalipsis? 
—T. S. Eliot sugería como suficiente “hacer lo útil, decir lo justo y contemplar lo bello”. Creo que es una máxima que sirve perfectamente para nuestra relación con Internet.

—¿Quién educa a los niños y niñas en el uso correcto de estas tecnologías? ¿O no les educa nadie? 
—Debería ser el acompañamiento conjugado de padres, madres y profesorado. Educar es una invitación a valores, además de una negociación continua de límites. Ambas cosas tienen que articularse en estos consumos. Saber cuáles son los riesgos y cómo gestionarlos. Aparte, también educa la inteligencia colectiva de toda la tribu.

—¿Hacemos mejor uso los adultos? 
—Los inmigrantes digitales acusamos la hiperconectividad con desequilibrios de comportamiento, tecnodependencia y tecnoestrés. Tendríamos que aprender de la soltura de muchos nativos apostando por una desconexión digital periódica.

—¿Falta formación? ¿Quién debería darla? O es preferible tener ciudadanos acríticos y aborregados, aunque las redes sociales también tienen cosas muy positivas y han demostrado la capacidad de movilización y concienciación.  
—Internet es absolutamente emocional, pero no podemos permitir que se apodere de la gestión de nuestros deseos. Zygmunt Bauman advierte nuevas dinámicas en las relaciones digitales. Frente al status deberíamos tener muy claro aspectos como la desigualdad, el bien común, etc. en esta absurda sociedad de la apariencia. No obstante, estoy convencido que Internet es cada vez más humano, con sus virtudes y fragilidades.

—¿En qué basa sus talleres como los que ha impartido dentro de Amantes de Cine? 
—Hemos profundizado en dos géneros estrella gracias a la Red: el videoclip y la publicidad viral. Son espacios de una creatividad enorme. Pero también reflexionamos sobre nuestra conducta ante la persuasión. Cada vez hay más distancia entre lo que se vende y lo que se anuncia.

—¿Sería necesario más actividades formativas de este tipo? 
—La alfabetización digital es uno de los grandes aprendizajes para la vida cotidiana. Todo lo que invite a buenas prácticas y cree e-confianza servirá para construir de Internet un entorno más saludable y seguro, con la Sociedad del Conocimiento como principal valor.