Entrevista a mi querido Luis Chillida


Estos días tengo al País Vasco más que presente. Mi amigo Alex Angulo estrena película al respecto, La casa de mi padre. Recuerdo lo que decía Eduardo Chillida: "Yo soy de los que piensan, y para mí es muy importante, que los hombres somos de algún sitio. Lo ideal es que seamos de un lugar, que tengamos las raíces en un lugar, pero que nuestros brazos lleguen a todo el mundo, que nos valgan las ideas de cualquier cultura. Todos los lugares son perfectos para el que está adecuado a ellos y yo aquí en mi País Vasco me siento en mi sitio, como un árbol que está adecuado a su territorio, en su terreno pero con los brazos abiertos a todo el mundo. Yo estoy tratando de hacer la obra de un hombre, la mía porque yo soy yo, y como soy de aquí, esa obra tendrá unos tintes particulares, una luz negra, que es la nuestra". Recojo parte de la entrevista que hice hace ya un tiempo a su querido hijo Luis, director comercial del Museo Chillida-Leku, con motivo de la exposición en La Lonja de Zaragoza de un total de 84 obras del gran escultor vasco.


“Chillida creía en la fuerza de la levitación”

—"Chillida" presenta 84 obras ya viajeras que pertenecen a la colección permanente del Museo Chillida-Leku en el Caserío Zabalaga de Hernani, Donosti. ¿Cómo ha sido la selección de todas estas piezas entre tan bella y vasta producción?
—Tanto el comisariado como la selección de las obras han estado dirigidos por mi hermano Ignacio. Tanto él como su equipo han tenido que hacer frente a un reto difícil pero entusiasta al mismo tiempo. Dificultades, sobre todo, por el exceso de peso de algunas de las obras seleccionadas, pero que han sido salvadas gracias a la colaboración y facilidades de ambas Instituciones, consiguiendo que la exposición pueda mostrar obras de distintas escalas y materiales de manera que quienes la visiten, puedan tener una visión global de la obra de mi padre.

— Eduardo Chillida hablaba a las piedras antes de transformarlas: ‘¿Qué quieres que te haga?’. Así surgió Escuchando a la piedra, una de las obras más contundentes de esta muestra. El respeto a los materiales y el diálogo con la naturaleza son algunos de sus principales signos, ¿no es así?
—Efectivamente, el respeto y el diálogo con los materiales y con la naturaleza de la que forman parte, son una constante en el trabajo de mi padre. Cada material aportaba algo nuevo a la idea de una obra y él siempre estaba atento a esas aportaciones. No quería tenerlo todo controlado, sino ir recorriendo un camino común con cada material, para que el material se expresase a través de su trabajo de una forma propia a la hora de adentrarse en los misterios del espacio. Para mi padre, todo era espacio. El material era un espacio más lento que el vacío, visto por él como un espacio muy rápido.

— La gran mayoría de las obras que acoge la muestra fueron realizadas entre las décadas de los 80 y 90, excepto los alabastros que fueron creados con anterioridad, y que son aragoneses, para más señas. Coméntanos de dónde. ¿Cuál fue la relación del artista con Aragón?
—Los primeros bolos de alabastro procedían de diferentes lugares y no eran excesivamente grandes, pero la búsqueda de escala por su parte, le llevaba a buscar bloques mayores. Fue su gran amigo, Perico Sancristóval quien le habló de la posibilidad de buscarlos en Aragón, en Quinto de Ebro, dentro del gran espacio desértico de Los Monegros. Los bolos, que allí aparecían excavando en la arena eran de tal colorido y dimensiones, que le emocionaron. Desde que yo era muy pequeño, recuerdo aquellos grandes bolos esparcidos por el jardín de casa, esperando a que ‘les metiese mano’.
Otro aspecto que recuerdo de su relación con Aragón, es que mientras atravesábamos Los Monegros, encontró varios lugares que pensó como posibles emplazamientos para El Elogio del Horizonte pues la visión del horizonte era muy clara y nítida. Hasta ese momento, siempre había pensado en un emplazamiento frente al mar, como finalmente se ubicó en Gijón, pero no descartó la idea de realizarlo en Los Monegros.


—Otro de los platos fuertes expuestos son las Gravitaciones. En diálogo con Martín de Ugalde, Chillida afirmaba que su obra ‘siempre ha buscado la economía del contacto con el suelo, se ha apoyado en tres puntos, en unas posiciones que parecen querer poner en duda la fuerza de la gravedad’. Siempre le preocupó la gravedad por instinto. En las conversaciones editadas con vuestra hermana Susana, hacía el símil de las gravitaciones con la música de cámara. Coméntanos.
—Efectivamente, la gravedad siempre le condicionó como escultor y por ello, siempre diferenciaba entre la gravitación como una fuerza y la gravedad como concepto. Se negaba a aceptar que todo cuerpo tendía a caer, como formuló Newton, y por su educación cristiana y su pasión por los místicos, creía en la fuerza de la levitación, y así veía que ese aire o espacio entre los papeles o los bloques de granito u otro material, actuaba como una fuerza contraria la gravedad.
En cuanto al símil con la música de Cámara, hay que decir que era un gran amante de la música. ¿Qué sería de la música sin silencio? Para él, este silencio, era el vacío en su trabajo, un vacío o silencio delimitado. Por eso, cuando trabajaba en su estudio, con sus gravitaciones, consideraba que estaba realizando ‘su obra’ de Cámara, para sí mismo, sin grandes medios. Al contrario, cuando trabajaba las obras monumentales, se sentía como el director de orquesta.


—La muestra se complementa y refuerza con un proyecto educativo en el que se incluyen talleres para grupos de Educación Primaria y Secundaria, actividades para las familias durante los fines de semana y otros talleres para los chavales en julio. La proyección de su obra siempre ha ido pareja con aspectos educativos, como también hacéis en el propio Chillida-Leku.
—A mi padre siempre le encantaron los niños, por su falta de pudor y condicionantes al observar y percibir las obras de arte. Cuando nos hacemos mayores buscamos explicaciones a todo, y en el mundo del arte hay muchas cuestiones que no tienen explicación, que apelan más al sentimiento y a la sensibilidad. Por eso, desde el Museo Chillida-Leku, le prestamos tanta importancia a los programas educativos, y estamos francamente contentos del que ha desarrollado Caja Inmaculada para esta exposición.

‘¿Existen límites para el espíritu? Gracias al espacio existen límites en el Universo físico y yo puedo ser escultor’, afirmaba Eduardo Chillida en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En la Lonja se ha creado un ambiente para la contemplación y el encuentro directo con su obra. Háblanos, por favor, de la filosofía y la espiritualidad que hay detrás de la figura de Chillida.
—A la hora de adaptar el impresionante edificio de La Lonja para esta exposición, Ignacio, con gran acierto, decidió que se debía aislar la fuerza del edificio de las obras y así creó un espacio en forma de cruz, dotado con una iluminación muy tenue dando un aspecto más íntimo y recogido al lugar. En cuanto a la filosofía y espiritualidad que hay detrás de su obra y de su persona, tenemos que pensar que todo lo que una persona hace, nace de su pensamiento y de su sensibilidad. De esta manera podremos llegar a entenderle como persona a través de su obra.
Fue un hombre que siempre contactó muy bien con los filósofos y poetas: ”tanto ellos como yo, nunca llegamos a nada concreto”, como decía, ya que pensaba que incluso en lo conocido se encuentra lo desconocido, y así su trabajo estuvo siempre centrado en las preguntas y en las dudas, sin perder de vista el lado espiritual que como buen cristiano y creyente siempre tuvo presente.

—Sin lugar a dudas, es uno de los grandes creadores del siglo XX, pero para su hijos y su familia, ¿quién es Eduardo Chillida?
—Yo lo definiría como ‘Aita’, que significa padre en euskera, así le llamábamos. Fue siempre un hombre honrado, que actuaba en conciencia, tremendamente tolerante y amante de la libertad. El solía decir que para amar realmente la libertad, había que amar primero la libertad de los demás, y así actuaba. No tengo mas que decirte que por mucho que piense, jamás recuerdo algo que le hayan podido reprochar o echar en cara, o que considere que haya actuado de una manera poco justa o éticamente incorrecta.