Escribir de Cine. Entrevista a José María Latorre (y 2)

(Fragmento de entrevista realizada a José María Latorre www.jmlatorre.com en 2004 para la Revista Cabiria, Cuadernos Turolenses de Cine)


—¿Cuánto tiempo lleva como coordinador de la revista de cine Dirigido por...?
Desde 1982, concretamente desde el número 96. Y debo decir que es un trabajo bastante fatigoso. ¿Cómo llenar todos los meses ochenta páginas de letra pequeña, teniendo en cuenta las películas que se estrenan, que son las que se ven, y que si en un número predomina el cine del pasado la revista vende menos? Una cosa que hemos debido tener en cuenta todos los que hacemos la revista es que los lectores van cambiando con el transcurso de los años y si quieres sobrevivir como revista debes valorar el dato. En los años setenta la revista se vendía porque en ella se hablaba de Miklós Jancsó, de Daniel Schmidt, de Syberberg, de Fassbinder..., que eran los cineastas de moda; si hoy habláramos de ellos las ventas descenderían en picado y no pocos aficionados preguntarían quiénes son esos señores. Sí, puede que haya doscientos o trescientos aficionados que los conozcan, pero pocos más.

—También coordina la colección Programa doble...
—Sí, y aquí tenemos que hacer frente a un problema nada pequeño. Así como las películas norteamericanas disponen de muchas fotografías —aunque también hay casos en los que hay pocas, o ninguna—, resulta muy difícil encontrar tantas de las europeas, y eso ha impedido publicar en esa colección títulos fundamentales, dado que el criterio del editor es dar mucha importancia también a la parte gráfica. Por ello, insisto, faltan en la colección películas fundamentales, películas que deberían figurar en ella, como París, bajos fondos, de Jacques Becker, o La Gran Guerra, de Mario Monicelli, o Cuentos de la luna pálida, de Kenji Mizoguchi, o Roma, ciudad abierta, de Roberto Rossellini, o Las tres luces, de Fritz Lang. Hay otro problema: muchas películas llamadas clásicas interesan poco o nada a los espectadores de hoy, que son los que compran los libros, y eso limita la elección de títulos. Por otro lado, también sucede que numerosas películas actuales que han parecido gustar mucho en el momento de su estreno dejan de interesar poco después de haber sido explotadas. 
Encontrar el equilibrio para los programas dobles resulta tremendamente difícil, casi he renunciado a hallarlo. Por ejemplo, parece que Billy Wilder sea un cineasta del que se compra todo; no es así, siguen vendiendo bien Con faldas y a lo loco, o El apartamento, pero el resto no. Y volvemos a lo de siempre: a la escena de la ducha en Psicosis, al ya cargante ‘nadie es perfecto’, a la escena de la avioneta en Con la muerte en los talones... Si publicáramos un programa doble con Topaz o con Frenesí no lo venderíamos, por más que sean dos grandes películas (considero, a contracorriente, que Topaz es uno de los mejores Hitchcock). Y en la revista y en la colección de libros no hay ayuda oficial ni publicidad, se vive de las ventas y se trata de una empresa con socios propietarios que están atentos a ellas.

—Tras el visionado de una película, ¿cómo se enfrenta al folio en blanco en el momento de hacer una crítica o una reseña?
—Aunque en el pasado incurrí en ese ‘vicio’, lo que más detesto hoy en el terreno de la escritura sobre cine es limitar ésta a afirmar que una película es buena o mala. Eso carece totalmente de interés. Lo que me interesa es tratar de relacionarme con la película que comento, o buscar en ella algo que pueda justificar el tiempo de mi vida que he invertido en ella. En el primer caso, mi relación con la película pasa por un camino cultural, e incluso vital, propio, hecho también de literatura, de música, de pintura..., de tantas otras cosas, incluidas las experiencias personales. En el segundo caso, y sobre todo si la película carga con la etiqueta de ser ‘mala’, como dicen algunos críticos, intento encontrar algo aprovechable en su visionado, aunque las reflexiones me arrastren fuera del paisaje del propio film. De lo contrario, dejaría de ver muchas películas. 

—Antes citaba un vicio, ¿cuáles son los principales vicios en que incurren los llamados críticos de cine?
—En principio seguir con el antiguo discurso sobre películas ‘buenas’ y películas ‘malas’, como si se situaran más allá del bien y del mal o dispusieran de una regla para medir. Pero hay otras cosas, como repetir lo que se ha dicho y escrito antes de que lo hagan ellos, o como copiar para sus escritos el trabajo que han hecho otros, lo cual ha llevado a veces a perpetuar numerosos errores. Me aburre que, p.ej., si alguien escribe hoy un libro sobre Fritz Lang, pongamos por caso, coja todos los libros que se han escrito sobre él y se limite a hacer una operación de digest, sin aportar nada nuevo. También se hace eso porque resulta mucho más fácil copiar que investigar personalmente. 
Otra cosa que no entiendo y que a veces me irrita es ese afán que existe hoy de escribir tanto libro sobre cine, y más aún cuando la aportación que se va a hacer a la bibliografía cinematográfica va a ser más bien escasa, por no decir nula. Yo mismo podría haber escrito más libros sobre cine, eso es evidente, y no lo he hecho porque, aparte de que mi vida se ha centrado más en la literatura, creo que ya hay demasiados libros sobre cine, y eso me ha llevado a rechazar varias ofertas. Incluso cuando escribí mi primer libro, en colaboración, ya no era precisamente un jovencito. A veces veo el cine como un cadáver sobre el que se precipitan los buitres.

—Entonces, ¿cómo cultivar una mirada crítica y estética, y que esto suceda de forma saludable?
—No me gusta dar consejos ni instrucciones a nadie, pero diría que no basta con eso que se conoce como ‘entender de cine’, más todavía en un país donde todo el mundo ‘entiende’ de cine. Como para todo, es necesario un bagaje cultural. Nunca se termina de adquirir conocimiento, de aprender..., o al menos nunca se debería. Y para ver una película no basta con el referente del propio cine. Cuanto más se conozca de otras cosas, tanto mejor para mirar una película, leer un libro, escuchar una música, mirar un cuadro (he dicho mirar una película porque una cosa es ver y otra saber mirar). Lo que sí me parece nefasto es pensar como un crítico; es preciso tener un pensamiento crítico, no de crítico, y eso mismo tiene que ser aplicado a la propia vida. Asimismo, insisto en ello, creo que es horrible limitarse a hablar o a escribir en términos de ‘bueno’ y ‘malo’.

—Reciente Premio a la Crítica en el Festival de Astorga, seleccione diez títulos indispensables en una videoteca DVD.
—Sería imposible si la oferta en DVD abarcara a todos los países y a todas las épocas, ya que diez títulos serían pocos. Como no es así, resulta algo, sólo algo más fácil, aunque hay muchos más de diez. Pero veamos: Fresas salvajes, de Bergman, Ocho y medio y El Casanova, de Fellini (ésta acaba de ser editada en Italia), Los pájaros y La ventana indiscreta, de Hitchcock, Nosferatu, de Murnau, Carta de una desconocida, de Ophüls, Rocco y sus hermanos, de Visconti, Viaje a Tokio, de Yasujiro Ozu, y Vivir, de Akira Kurosawa. Pero insisto en que hay muchos otros títulos indispensables.

—Cite a cinco realizadores clásicos y a otros cinco contemporáneos que merezcan su interés.
—Cinco también me parecen pocos, pero voy a intentarlo: en el primer caso, F. W. Murnau, Federico Fellini, Alfred Hitchcock, Ingmar Bergman y Fritz Lang. En el segundo, David Cronenberg, David Lynch (a pesar de que me parece un cineasta de pensamiento conservador), Michael Haneke, Ermanno Olmi (que sigue realizando excelentes films), y el actual Marco Bellocchio, más interesante que el de los años sesenta.

—Y para finalizar, recomiende, por favor, un par de libros sobre cine para tener de cabecera.
—Como libro de cabecera no recomendaría ninguno sobre cine: ¡hay tantos otros que se deberían leer y pocos lo hacen, y eso de libro de cabecera me parece serio! Reconozco que no soy un lector frecuente de libros sobre cine, pero si tuviera que elegir uno interesante apuntaría a El cine según Hitchcock, de Truffaut.  /CARLOS GURPEGUI