En su momento Hollywood ya coincidió con las teorías procedentes de Einstein —la relatividad del tiempo y del espacio, los mundos paralelos, la eternidad y las diferentes dimensiones— para hacer metáfora del amor fou, sobresaliendo películas como Jennie (1948) de William Dieterle —“De donde vengo nadie lo sabe, a donde voy todo va”, cantaba Jennifer Jones, recuerden—, haciendo ver ya dos cosas que le iban a ir parejas: el desasosiego de lo fantasmal más los ribetes de lo romántico.
Tras resolver como productor Alicia a través del espejo, la nueva adaptación literaria de Tim Burton, la novela de 2011 de Ramsom Riggs El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, actualiza sabio estos postulados, rescatando lo mejor de mucho de su aplaudida filmografía: el bestiario de Bitelchus, la apuesta gore de Sleepy Hollow, la familia coral de los diferentes en Sombras tenebrosas, si bien es Big Fish la cinta con la que más se comunica, un apego más allá del tiempo esta vez de nieto y abuelo —un solvente Terence Stamp que haría las delicias de Peter Parker—, donde las coordenadas son tan difusas como las de la realidad y ficción, y la poesía se multiplica en el love story de la gran pareja protagonista, Asa Butterfield —La invención de Hugo, El niño con el pijama de rayas— y Ella Purnell —Kick Ass 2, Maléfica—.

Los aficionados disfrutan porque Burton sigue apostando por los cuentos de hadas y las leyendas. La tonalidad y recreo del cine fantástico y de terror es su gran envoltorio, tocando fondo en el gótico más romántico. La baraja de fotografías antiguas y el misterio que esconden, una mansión encontrada en Bélgica parar el rodaje —otro de los personajes omnipresentes— que hace las veces de nueva escuela de pequeños mutantes a lo X-Men conviven con más homenajes —ya durante toda la película— al cine de género: Frankenstein, la Hammer, Harryhausen, Yo anduve con un zombie o El resplandor.
Asimismo, gran elección la de rescatar de Sombras tenebrosas a una perfecta Eva Green en su rol siempre sospechoso y ambiguo como directora del orfanato —excelente su presentación de juez salomónica con uno de los juguetes, destello de la crueldad que tanto le gusta a Burton—, y muy lúcido en poner galones al gran Samuel L. Jackson, de memorable resultado para la galería en su papel de Mr. Barron, personaje que no aparece en la novela de Riggs, así como desviar la banda sonora —tercera vez que prescinde de Danny Elfman— esta vez a favor de Michael Higham y Matthew Margeson, componiendo una partitura maestra en atmósferas y detalles.

Porque El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares es una bella sinfonía, muy bien soldada. La moraleja del film viene anillo al dedo a la pléyade de aficionados a críticos de cine que la pretenden descafeinar: en la persecución por la diferencia, “sentirse valiente es todavía mejor que sentirse seguro”, le dice sincera Ella Purnell a Asa Butterfield en su primera despedida. Así hace Burton con su cine: juego, capricho y riesgo. Por ello, no hace falta recordar que la menos buena película de Burton supera a la mejor de muchos. Qué gran filme Big Eyes. Aunque claramente El hogar de Miss Peregrine ya se encuentra en su top. No se pierdan esta sinfonía de autor. No les defraudará. Palabra de Tim, y mía. © Carlos Gurpegui